También él abreviaba el rezar y la mitad de la oración no
acababa, porque me tenía mandado que en yéndose el que la mandaba rezar, le tirase por el extremo del capuz. Yo así lo hacía. Luego él tornaba a dar voces, diciendo:
-¿Mandan rezar tal y tal oración? -como suelen decir.
Usaba poner juntos a si un jarrillo de vino, cuando comíamos,
y yo muy de presto le asía y daba un par de besos callados y
tornábale a su lugar. Mas duróme poco, que en los tragos conocía
la falta y, por reservar su vino a salvo, nunca después
desamparaba el jarro, antes lo tenía por el asa asido. Mas no
había piedra imán que atrayese tanto como yo con una paja larga
de centeno que para aquelmenester tenía hecha, la cual metiéndola
en la boca del jarro, chupando el vino, lo dejaba a buenas noches.
Mas, como fuese el traidor tan astuto, pienso que me sintió, y
de allí en adelante cambió de propósito y colocaba su jarro entre
las piernas y tapábalo con la mano, y así bebía seguro.